Intente entontes cortame el brazo dentro de un laberinto oscuro que solo entumecía mis piernas y me congelaba los dedos hasta el punto de hacerme caer sobre mis rodillas y sostenerme con el filo del cuchillo. Pero es tanto es espesor del ambiente y el hedor constante de la agonía que un insólito movimiento puede acabar con todo. Es así como el silencio se apropia de todo y se convierte mi estado es una esfera de cristal a punto de caer por el abismo inexistente del laberinto. Imaginen un punto visible al fondo de la sala oscura, ahi estoy, congelada en el segundo del pensamiento que atravieza la escritura. Los ojos desorbitados ante un intento de suicidio sin precedentes, sustraida de la realidad, tragando polvo invisible y retrayendo la saliva en una cavidad que se entreabre para escupirla sin previo aviso conciente. Frente a esa sobriedad de los actos solo la brutalidad del comportamiento, incluyendo la transgresión del pensamiento, inhibe la acción. Una posición preventiva más un filo contrapuesto no generan más que un incidente de cocina, todo debido al susto inmenso de sobrepasarse en la cantidad de condimentos además de una mezcla explosiva de aceite y agua que genera chispas y destellos constantes que inclinan el cuerpo para permanecer sin herida alguna. Todo esto mas la casualidad de un corte de luz que deja todo en tiniebla aunque es una escena en ascuas donde solo se deja entrever un pequeño puntito al fondo del estar. Esa soy yo queriendo encontrarme en un rincon oscuro solo con un cigarrillo prendido.
