Callada, callada, no digas nada. Noto que se dibuja una sonrisa en mi rostro que no desaparece. Pena, timidez, no se, pero ahí esta. Sonrío de mí, ¿es claro?, de un acto que me acerca a los rincones de mi cuerpo, de mi alma, de mi sentir, de mi lógica, de mis discursos. Y efectivamente he quedado más liviana.
Sola, muy sola me he trasfigurado en un conjunto de movimientos que hablan de mí, de lo energético, del tai chi. De momentos que necesito para saber de mí y de cómo me encuentro.
Tiesa al comienzo, suelta al final, quizá no tanto. Pero no hice esfuerzo para lograrlo, solo me deje llevar. A veces con trabas, otras con falta de creatividad. Si, así es la vida, no es un recorrido fácil, pero tampoco difícil. De mi cuerpo empieza el obstáculo, el otro me dan la vía yo veré si me arriesgo.
Si no habláramos tanto miraríamos más cosas que hablan de nosotros y que son hermosas, que nos remontan a que la felicidad puede ser posible con la imaginación y el movimiento en conjunto, con melodías que retumban en la cabeza y promueven saltos de alegría.
